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sábado, 23 de febrero de 2013

QUE CIERREN EL CONCEJO (FE 23 16)

(2013 FEBRERO 23 SÁBADO)


"Que cierren el concejo municipal

Las funciones públicas del concejo, amparadas por las normas constitucionales, carecen de fuerza y contenido en un medio dominado por el analfabetismo funcional y la extorsión del señor alcalde.

Ante el fallo de la Procuraduría General de la Nación en el caso del presidente del Concejo Municipal, John Freiman Granada, tras aparentes errores de procedimiento (ver nota) quedan dos sensaciones con sabor a vinagre: primero, que los órganos de control en Colombia únicamente actúan motivados bajo presión de los medios de opinión; segundo, que el caso en la elección del personero de Palmira refleja la descomposición de esta corporación. Un concejo manipulado por cada alcalde, cuyos miembros tienen atribuciones deshonrosas frente a los problemas que tiene la ciudad.

Este concejo municipal es continuidad de las malas administraciones que ha tenido la ciudad. Desde el requetemalo Arboleda, contratando obras inacabadas, maquinando un gobierno perverso y dejando a la ciudad como la más violenta de Colombia, hasta Ritter, que oficia los funerales con los restos que le quedaron. Ambos manipulando a unos personajes con avaricia de contratos; los concejales, quienes se limitan a reproducir el espectáculo bullicioso de la clase política colombiana.

El juego de dados en la política en Palmira, combina esa suerte de condición que Tocqueville acreditara a los vicios públicos durante la Revolución de 1848: "Pequeños y vulgares placeres". Como trataban de elegir en los organismos de control personajes sumisos a Ritter, cometieron errores de bulto. Las vulgares bancadas del concejo municipal no siempre sumaban la suma de expectativas del poder mafioso. Una maquinaria barata de pueblo, el aceite que requieren los concejales para adoptar sumisos la condición de perros falderos, es un contrato o los pagos de una pauta publicitaria.

Un concejo municipal arrastrado; con excepciones contadas. Los concejales críticos son sepultados por el peso democrático de mayorías, en esa ley de números que aprovecha el despotismo del poder local. Las funciones públicas del concejo, amparadas por las normas constitucionales, carecen de fuerza y contenido en un medio dominado por el analfabetismo funcional y la extorsión del señor alcalde. El cargo que parece haber escapado a semejante purgatorio del poder local, es el de la contraloría. Por eso muestran sus dientes, porque los actos de corrupción descubiertos revelan la descomposición general de los gobiernos que ha tenido la ciudad.

Este concejo actúa a nombre del alcalde. Y sabemos que Ritter es doblemente requetemalo. No sólo porque no sepultó los cadáveres que dejó la pésima administración de Arboleda (ver nota sobre la Ciudadela Deportiva); sino porque tiene temperamento napoleónico para ofrecer contrataciones por estudios y consultorías (ya realizados), pagando a los concejales sus favores. De modo que este concejo es el alcalde y viceversa. Una manguala para mantener el saqueo de las pocas monedas que tiene la ciudad. Ritter es como un Maquiavelo sin Maquiavelo, es decir un maquiavelito. Un pequeño déspota que sabe golpear dentro de la casa sus ineptitudes por fuera de ella.

La ciudad no tiene los gobernantes que se merece. Las coaliciones entre el poder político y la mafia impusieron un estilo de gobierno que refleja la decadencia de viejos apellidos con nuevos nombres, en personajes oscuros que se pasean con sus guardaespaldas en camionetas de vidrios polarizados.

Lo mejor es que cierren el concejo municipal”.

(Publicado el Martes, 19 Febrero 2013 21:52 Escrito por Fernando Estrada en Palmiguía)

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